30/3/08

Las palabras giran al sur

Fotografía de Candela Moriana













El norte absorbe las paredes blancas,
donde se miran los perros trasnochados que no vuelan,
y descubren que ya no son el sur,
ni el sol es un desierto con fiesta.

Arde la lucha de los olvidados,
en la esperanza de un mundo mejor,
agota la invención en paro de los viejos chacales,
en una moneda con cara D,
se sabe lo que el sur esconde atrapado,
en la punta canalla del deseo,
en un mensaje con muchos garabatos.

Quieres un poema con levadura etílica,
no lo tendrás.
Quieres un espantapájaros en coche fúnebre,
tendrás un mercedes Clase A.
Quieres una sonrisa velada,
consulta el libro de reclamaciones.

24/3/08

Duelo de masa verbal

Fotografía de Candela Moriana












La historia literaria convierte en verdad algunas mentiras históricas,
afortunadamente libres.
Una ley de evolución que deviene en selección y memoria,
sin duda, el pasadizo de la muerte nos persigue,
hasta la obviedad y el encefalograma desapasionado.
Las palabras se disipan entre subtramas de vagos recuerdos,
inacabados.
Desmiento cierto odio por la metaliteratura:
Los existencialistas son feos y tristes sin descanso,
acaso el hombre en su soliloquio no juega con el abismo.
El semáforo se pone verde,
me indica un camino incierto, un pasaje secreto.
Tengo la sensación de esconder inútilmente las ideas,
de lecturas reinventadas,
en la habitación de un campo lejano y amargo,
en la habitación de una ciudad nerviosa y obscena,
como si las sombras del sol fueran muy baratas,
y las farolas fuesen el equipo que mide a un iluminador.

II

En casa de Feliciana Ciénagas,
maté 120 moscas en una hora.
Una por una. Insignificantes.
Rebeldes y golosas,
como el paso de una historia feliz que cae en lo vulgar.
En el recuento de las víctimas,
me sentí súbitamente acolchado,
como un hojeador que sabe mirar,
y asume resignado la contradicción,
que vive indeleble,
y lo prepara para un ejercicio sin aditivos.

13/3/08

Mecánica del sueño

Fotografía de Candela Moriana













En el subterráneo,
como un accidente en el espacio,
el fuego repta sobre las vías,
despliega su apéndice en el cenicero,
y recorre las líneas de fuga
que a su paso inventa la ciudad.
Este elemento habita en las piedras
que sostienen el huevo de la caldera.
Por la noche descansa cual mineral,
mete los pies en agua ennegrecida,
y despide el día con una dosis de humo.
Ha llegado de lejos una extraño gusano blanco
que toca a la intemperie el acordeón:
Come aire enlatado,
huele a tierra mojada,
y habla mucho de Dios,
el supremo que jode a los vivos,
porque esencialmente son imperfectos.
Explica que el Estado es un invento,
orquestado en la luz de un patíbulo.
Ahora que lo pienso angustiado,
uno de los objetivos de este mundo,
se reduce a que ese gusano insolente,
toque para mí en la azotea de un edificio cualquiera,
de una ciudad cualquiera, de un país cualquiera,
bajo un cielo raso,
y con el viento moviendo la ropa
que descansa en los tendederos.

9/3/08

La revolución de los esclavos

Fotografía de Óliver Ojeda













Somos el principio de la excusa,
Gritaremos al capital:
El pensamiento libertario no muda de piel.
¿Si pagas más es por qué quieres?
¿La información es lo primero?
¿Eres lo que escribes?
¿Te gusta conducir?
¿Para todo lo demás Mastercard?
¿Aún no eres socio de Ing Direct?
¿Siempre Cocaína?
Su cáncer a plazos. Gracias.
Hipotécate con canas,
quememos los impuestos.
Discrepa,
y por estar ya jodemos la paciencia.
En dirección contraria,
vamos,
sí tenemos sentido,
desobedientes,
porque comen en salones de inanición:
¿Conciencia sin suciedad?
¿Experiencia sin movimientos sociales?
Somos los nuevos esclavos de la historia.

7/3/08

Cuando tiré mis tripas al mar

Fotografía de Óliver Ojeda













Si quiero escribir con el hígado,
tendré que vigilar el corazón.
No huele a nada la sangre ni sugiere dolor,
cómo vive una rama en el agua,
cómo guardo las cicatrices en el cajón.
No escupiré sobre jirones de nadie,
pero si quiero escribir con el hígado,
si un frigorífico eructa a medianoche,
si el BSCH me provoca con descrédito,
si fumo marihuana en el despacho de un juez,
si quiero matar a un sapo alucinógeno,
será que mis tripas hablan desde el interior,
sobre la mar un ministerio de promesas,
un rastro de babas,
un silencio con bruma,
papeles intactos, manifestaciones, movimientos viscerales,
pero si quiero escribir con el hígado,
tendré que matar el recuerdo,
hundirlo en aceite de girasol.

II

Ayer vomité sobre la tumba del poeta,
recité en voz alta mis versos con un tenedor en la mano;
los diplomáticos han comprado el siroco,
sintonizan un concierto de guerrra y desafíos,
maldito salesman cosmopolita,
cotiza en bolsa la guadaña hipnótica y solitaria,
los deshechos de la literatura.