28/4/08

Acciones de una imagen nómada

Fotografía de Óliver Ojeda

Intelectuales y artistas marginales, migrantes laborales, gitanos, refugiados, los "sin techo", turistas, Rainbow Voyagers, seguidores de la cultura de la caravana, desleales a un "Proyecto Europeo", corsarios, piratas utópicos, virus, nómadas de un tiempo. En definitiva, todos nosotros, los que buscamos la transformación paradójica de pasiva en activa, los que huyen del fetichismo mercantil, los que contradicen una psique sin cuerpo, los enemigos del viejo Consenso, los que siguen las estrellas del desierto y habitan interzonas, oasis fortificados y escondidos en las rutas secretas de las caravanas, pedazos "liberados de jungla" y tierras baldías, áreas prohibidas, mercados negros y bazares underground: defensores de la zona autónoma temporal. TAZ.

Texto elaborado a partir del libro >t.a.z< (zona.autónoma.temporal.Hakin Bey, Editorial Anagal, Barcelona, 2005. Puedes adquirir el libro por 4 euros en bares, Traficantes.net y en distintas librerías anarquistas de Barcelona)

14/4/08

La habitación amarilla

Fotografía de Candela Moriana



















Las horas consumen despacio,
como una luz amurallada,
quiero morir así,
en el acto.
Mientras sonríes:
muerdes la almohada,
gimes,
y de placer sangran tus labios.

Me desprendo de las palabras
o las tenazas del miedo
que pesan como clavos.
Me vuelvo animal salvaje
que mastica tu carne
y te inventa a horcajadas
montado en el sueño
autónomo, temporal, secreto.

Escucho un pulmón entrecortado
que improvisa el ritmo de tu cuerpo.
Y ya vacío de sentimientos
y de urgencias,
con el semen en los dedos
y la música de lejos,
me duermo en la esquina
curva
de la habitación amarilla
donde el tiempo se fuga.

8/4/08

La puta y las palomas






Estaba sentado en un banco. Leía algunos poemas de Bolaño y sus perros románticos. Hacía tiempo antes de ir a una radio para una entrevista. El sol minaba los colores de la plaza mientras algunas palomas ensayaban posturas imposibles. Miré hacia el árbol donde se congregaban las palomas. Unos segundos después una masa diminuta de mierda se acoplaba en mis pantalones negros. Joder, maldito espíritu santo, grité desesperado. Nadie me oyó. Sentí rabia y al mismo tiempo envidié la falsa libertad de las palomas de la plaza de Goya.

Me cambié de banco y dejé que el sol me picara de lleno. Justo entonces pensé en los versos que acababa de leer:

"Caminaste como un mono infatigable entre los dioses
pues sabías -o tal vez no- que el Triunfo desplegaba
sus armas bajo la caverna de Platón: imágenes,
sombras sin sustancia, soberanía del vacío. Tú querías
alcanzar el árbol y el pájaro, los restos
de una pobre fiesta al aire libre, la tierra yerma
regada con sangre, el escenario del crimen donde pacen
las estatuas de los fotógrafos y de los policías, y la pugnaz
vida
a la intemperie. ¡Ah, la pugnaz vida a la intemperie!


Cuando terminé de leer el poema, una mujer de unos cuarenta años se sentaba en el banco de al lado.
Enseguida deduje que era una prostituta. Me miraba con atrevimiento y desgana. Seguí inmerso en la lectura de estos poemas narrativos, coloquiales e irreverentes.
Dejé de leer. Me apetecía hablar con alguien. Dije algo impreciso sobre las palomas. La prostituta se rio. Apuntó que había un lorito en el grupo que disputaba la comida a las palomas. Pude oir su voz, quebrada y marginal. Después me preguntó qué leía. Le pasé el libro. Lo observó y me lo devolvió al instante. Me explicó que una vez mandó un poema en prosa a un concurso y le respondieron diciéndole que para verlo publicado tendría que comprar el libro. Me impresionó su comentario. También su delgadez de cristal, esa ingenuidad sin escamas, el cigarro incombustible y su mirada libertina.
Llevo diez años haciendo la calle, me dijo sin que le preguntara nada. Evité hablar de ello y seguí haciendo comentarios triviales y necesarios. Incluso hice un chiste. Miré el reloj. Le di un chicle de menta y me despedí. Cuidate, le dije. Igualmente, me respondió. Un ligero escalofrío me pinchó los nervios, una paloma bailaba torpemente en el suelo.


3/4/08

El soplo alucinado

Fotografía de Silvia Nieto













Me equivoqué:
las flores sólo viajan por alegría.
En ella vive el fuego,
y luego en discreta conclusión,
vendrá la lluvia.

Tal vez, de tanto,
su dulce fuga,
quisiera ser un soplo,
y decir sin palabras,
a veces desnudas,
adheridas de frío sol,
maleadas.

Qué imagino o recuerdo,
esferas de colores,
qué cuestiono lo inmóvil,
si se marcha incontrolable,
feliz, sonríe alucinado.

2/4/08

120 Mb de memoria histórica

Fotografía de Candela Moriana













Ella estuvo allí,
voló en un burro aterciopelado
que calzaba botas de siete leguas.
Ella estuvo allí,
distinguió la rabieta infantil,
anduvo por una vereda de serpientes,
y puso los pies sobre la tierra.
Ella estuvo allí,
esperó sentada una respuesta,
sin saber qué significaban,
las olas de metralla,
las rayas uniformadas,
o el invierno de camuflaje.
Ella estuvo allí,
acogida en un huerto gris,
de ráfagas y cristales.