27/12/06

Querido perro















PERRO
: "ser maravilloso que Dios diseñó al darse cuenta
de lo desgraciados y desvalidos que le habían quedado los humanos".

Queridísimo perro:
Sigo sin controlar los vicios emocionales,
son libres.
Abre la puerta amarilla. No te asustes.
Acaso unos átomos vuelven al desencanto
repitiéndose ondas de espasmo

Amor de ida y vuelta
rumor desmedido
sombras que el sol lamenta
Hiroshima. Explota la luz
perro trapecista, frasquito helicoidal.
La marabunta aprieta
se viene la certeza azar.

24/11/06

El fantasma del cine X

23/11/06

Azrou

Escuchar los sonidos del mundo, restituirlos. Hacer nuestro un canto del mundo. Inventarlo, reinventarse.

19/11/06

Taxidermia.Dimensión 21

Cuando sales de ver Taxidermia crees que todos somos unos animales. La mirada grotesca de tres monstruos de la originalidad, con más o menos acierto desde el punto de vista del húngaro György Pálfy, que explica en Positif (septiembre, 2006) "Taxidermia es una película en tres partes, con tres personajes y sobre tres generaciones y con tres temáticas: el sexo, las entrañas, el cuerpo. Una concepción triple" En la película vemos vísceras, disecciones, niños con rabo de cerdo, vómitos, sangre, amor por la náusea, criaturas en formol.. de lo espiritual al coleccionismo. la negación total como expresión del arte. Un soldadito salido, un deportista de élite pionero en la técnica del vómito, y finalmente un terrorífico artista nos harán pasar un viaje salvaje hacia lo abyecto.

18/11/06

Con_Chaplin


Un gato bailará en la azotea

la danza de la memoria

Lejano, presente, blanco, rojo, azul o negro

El truco de los colores y el mago de los pañuelos

La mona, la vela, el perro y el frasco,
las lágrimas y el espectáculo
la cara de la sonrisa,
distinta mirada, exilio menor, maneras del ritmo.


http://ubbiar.fotolog.com/kamaleonika/

14/11/06

supervivencia o bienestar


Quizá haya pasado mucho tiempo para hacer un comentario sobre La pesadilla de Darwin, esa criatura documental, monstruosamente humana.En cualquier caso, me da igual, ciertamente.El documental, como género de representación, tiene un objetivo concreto: desempolvar el manto de vergüenza que fomenta Occidente con África en general, con los miserables en concreto.Sembrar el campo de heridas para después arreglarlas con tiritas que alguna ONG aporta a cambio de ¿Pescado? ¿Árboles? ¿Prostitutas? ¿Animales? Tal vez suceda de esta forma, tal vez la crítica no sea nada más que una falacia sobre el estado de ánimo de nuestro sillón, o nuestro programa de radio.La perca del Nilo, un tiburón de piscifactoría que aniquila el ecosistema del mayor lago tropical del mundo. El pez y sus consecuencias. El comercio exterior y el inglés comercial, ya sea en Rusia o en Pekin, el negocio, sucio o con gomina, abrasa el corazón de África: "Tanzania, Tanzania", cantaba la puta de ojos tristes."Ahora tengo un trabajo", responde la mujer que reordena los deshechos que la fábrica no quiere. Señores, de tripas, corazón. "No sé. Buena pregunta" responde el dueño de la fábrica de pescado cuando le comentan la hambruna que padece el país.el pez que se muerde la cola. ¿ECONOMÍA SOCIAL? ¿ Qué es eso? ¿ Lo de cooperar? Efectivamente, este es un documental para ponerlo en un instituto. Todos esos niños engreidos y satisfechos deberían apreciar que hay muchos que sueñan con ser pilotos, o policías o simplemente felices. Como olvidar esas caras, esos gestos, de una solvencia brutal y desgarradora. Dios es perfecto, y el mondo es aproximadamente imperfecto. Dios no existe, Mamasari, dime que dios no existe.

9/11/06

Humo verde

En la Taska de los Placeres. Rincón del humo. Molino verde.
Emociones envenenadas de bienestar.
El café y los amigos. La música y el azar

La quietud de las horas. Calada.hondo. mesas que hablan.
Felicidad. En negativo. Felicidad.

Pesadilla de la puta que anda

La calle desierta. Un coche se detiene a su lado. Juguetea con el
bolso. 50 euros el completo y 20 la mamada. Si quieres bien y si no te largas. Rápido. No me hagas perder el tiempo. ¿Te lo vuelvo a repetir o quieres que te lo diga de otra forma? La mano que se dirige al bolso. Extrae un arma. Dispara a bocajarro. Los sesos del tipo incrustados en la acera. Su cuerpo en el suelo. Deshecho.
Suenan sirenas. La calle desierta.

El miedo


Transcurría lentamente el onceavo mes en el pequeño pueblo de Ventomayor. El servicio meteorológico anunciaba una fuerte tormenta a mediados de semana y los más viejos de este municipio predecían un temporal sin precedentes.
Ventomayor formaba, junto con Santa Eulalia, el único núcleo habitado del llamado Mar das Cabras, un capricho robado a la península por el todopoderoso Océano Atlántico. La fría noche abrazaba al mundo y el viento hablaba a gritos cuando pasaba por las estrechas calles del pueblo. El muelle medía sus fuerzas con las grandes olas mientras Manuel el marinero dejaba atrás la lonja en dirección a la posada.
Al entrar su nariz se inundó de los familiares olores a tabaco, sal y chimenea.
-¡Se nos viene encima una buena! –fue su saludo.
-Y que lo digas –respondió Jacinto, el octogenario tabernero.
-¿Qué dice la radio?.
-No funciona. Llevo toda la tarde intentándolo y no coge ninguna emisora.
-Es por la tormenta, la televisión tampoco funciona –dijo Sebastián (uno de los lobos de mar habituales de la taberna), que se sostenía al pueblo, a la cordura, por medio de la vieja barra de madera donde cada noche Jacinto le servía el vino.
-Buenas noches, Sebastián –sentenció Manuel mientras descubría en su mirada punzante que no había olvidado la riña que ambos tuvieron la semana anterior,
-Buenas noches –fue la escupida respuesta.
No empezaba bien la noche. Sólo disfrutaba de un rato de ocio y esta vez tendría como acompañante a la única persona con la que había discutido en años. Para mayor desgracia, se había llevado horas intentando localizar a Jesús “el de la leña”, ya que la chimenea de casa se estaba quedando sin alimento, y no lograba dar con él. Su última esperanza era encontrarlo en aquel lugar y acababa de desvanecerse. Resultaba extraño que el local estuviese vacío a esa hora. Inspeccionaba a su alrededor cuando un movimiento entre las mesas del fondo llamó su atención. Una figura delgada en la penumbra leía un libro gracias a la luz de la calle que entraba por una ventana. Era extranjero, de eso no cabía duda, cada persona desprende un aura, una mezcla de olor y manera, que delata su procedencia. Él era extranjero, y de muy lejos.
-¿Quién es ese? –preguntó a Jacinto en voz baja.
-No sé. Llegó hace un par de horas, pidió una jarra de cerveza y se sentó a leer. Es un tipo extraño, ¿no crees?.
Durante la reunión de pescadores para decidir el capataz Manuel fue convencido por varios compañeros para solicitar el puesto. La aprobación parecía unánime hasta que Sebastián pidió la palabra. “No creo que Manuel esté capacitado para ocupar esa responsabilidad. Por mucho que haya cambiado, no creo que su carácter ayude a intermediar entre cualquier disputa que pueda surgir”. Gritos e insultos siguieron a esta malograda intervención, suspendiéndose el evento hasta nuevo aviso.
Hacía tiempo que Manuel quería demostrar a la gente que había superado su problema, que ya no perdía el control. Debía convencer a esas miradas hirientes que lo maltrataban desde que se reconoció su gran pecado. Necesitaba que todos supieran de verdad que nunca más volvería a tocar a Matilde. El doctor le había guiado entre las sombras y ahora no volvería a recurrir a la fuerza, jamás permitiría que aquel ímpetu que utilizó en su juventud para ser respetado y temido dominara su propia conciencia. Si hay algo que de verdad odiaba en el mundo es la expresión de terror de Javito mientras que abofeteaba a su madre. Toda la voluntad que había necesitado para seguir el tratamiento la sacaba de aquella expresión. No podía consentir que su propio hijo le tuviera miedo.
-Hoy he tenido un buen día –mintió con una mueca que valía de sonrisa- pon una ronda a mi cuenta Jacinto.
El camarero llenó tres cervezas y sirvió a Manuel y Sebastián, seguidamente se acercó al extranjero y puso la última copa sobre su mesa. En ese momento el extraño levantó la vista del libro y alzó el brazo.
-Mil gracias, caballero –dijo con voz ronca y acento insólito.
-Permítame al menos conocer el nombre de la persona a la que invito a beber.
-Si le soy sincero, hace tanto tiempo que nadie me llama por mi nombre que he llegado a olvidarlo.
-¿Cómo es posible algo así? –preguntó Sebastián apoyando la espalda en la barra.
-Sí, jeje... eso mismo me he preguntado yo muchas veces. Quizá la razón sea mi oficio, que me impide quedarme mucho tiempo en un mismo lugar.
-¿Y cuál es ese oficio?, si no es mucho preguntar.
-Se puede decir que soy Cuentacuentos. Me dedico a ir de pueblo en pueblo narrando historias increíbles que han pasado alguna vez en algún sitio. Igualmente, llevo conmigo un modesto pero inaudito espectáculo de marionetas que me cabe en esta maleta –respondió adelantando la cabeza hacia la luz de la ventana y mostrando el equipaje lleno de pegatinas y colores extravagantes, en el cual podía leerse “Compañía El gárrulo mudo”. Su rostro era extremadamente delgado, casi sepulcral y sus ojos denotaban haber provocado miles de emociones alrededor del mundo.
-Poco sueldo veo yo en eso –opinó Jacinto.
-Siempre me encuentro con personas amables que me invitan a beber –dijo señalando a Manuel- u otras a las que no les importa compartir su comida a cambio de una buena historia.
-Pues, aunque no lo crea, en este maldito pueblo no me consideran capaz de nada bueno –dijo el marinero sin pensarlo, como si una fuerza exterior le moviera los labios. Sebastián quedó quieto y paralizado por la sorpresa de aquellas palabras.
-Sin conocerlo yo diría que es usted amable y tan inteligente o más que cualquiera –una leve sonrisa apareció en el rostro del extranjero mientras hablaba.
-Gracias. Es una pena que usted no tenga sitio en la lonja durante las reuniones, al menos habría alguien que valorara todo lo que he hecho para mejorar.
-Yo sólo expresé una opinión, no tengo nada en contra tuya y lo sabes –musitó Sebastián mirando hacia la estantería de botellas que acumulaba polvo tras la barra.
-No importa, tampoco estaba muy interesado en ocupar el puesto, –en ese momento un gran trueno estalló en la calle. La tormenta se estaba acercando y, a juzgar por la velocidad del viento, sería peor que las más funestas previsiones- va siendo hora de volver a casa. Pon la última ronda Jacinto.
-A mí no me apetece, gracias –dijo Sebastián.
-Pon la última ronda –repitió Manuel de manera cortante.
El ruido de la puerta hizo que todos se giraran. En la taberna apareció una figura pequeña, ataviada con un impermeable.
-¡Javito!, ¿qué diantre haces aquí?. La tormenta ya viene, vuelve a casa.
-He venido a decirte que mamá te espera con la cena preparada –dijo llevándose las manos a la espalda y balanceándose ligeramente.
-Vale, gracias. Dile que voy enseguida, en cuanto termine de charlar con estos señores.
Entonces Manuel vio algo que no olvidaría en toda su vida; Javito dejó de moverse y su rostro perdió la juventud por un segundo. Lentamente giró, como obligado, la cabeza en dirección al extranjero. La sombra de su rostro desapareció y volvió a ser el Javito nervioso y preguntón de siempre.
-¿Qué significa gárrulo? –inquirió señalando la gran maleta que se posaba sobre la mesa.
-No molestes a ese buen hombre. Vuelve a casa que es tarde para que estés paseando por ahí
-No se preocupe, me encantan los niños, de hecho, son mi mejor público –había algo en ese hombre que ponía nervioso a Manuel, algo nebuloso-, pues verás, gárrulo significa que una persona es muy habladora o que un objeto hace un ruido continuado. El gárrulo mudo es el nombre de mi compañía, ya que a veces, sin hablar, mis marionetas expresan más que personas demasiado charlatanas.
-No lo entiendo –reconoció Javito rascándose la cabeza.
-Es normal, jeje. No debes entenderlo, sólo has de disfrutar con mis historias.
-¿Me cuentas una?
-Pero... –comenzó el padre.
-No me molesta, en serio. Lo haré encantado. Acércate Javito, precisamente estaba leyendo un libro que cuenta una historia que te encantará.
El niño se aproximó a hojear el libro mientras que el extraño empezaba a hablar pausadamente, con un tono hipnotizante:

Existió una vez un joven en un país tan lejano como puedas imaginar. Era un ser tan hermoso que todas las mujeres del reino, casadas o no, se morían por una sola mirada suya. Sin embargo, conocedor de su belleza, el joven no lograba encontrar a la pareja que estuviera a la altura de su talante. Por más que buscaba una mujer que le hiciera sentir aquello tan extraño de lo que le hablaban sus amigos, no lograba sino aburrirse sin remedio. ¿Qué sería eso que todos llamaban amor?.
Un buen día, harto de tanta soledad, cogió sus cosas y marchó seguro de visitar pueblo por pueblo, ciudad por ciudad, en busca de su amada. Y vagó durante años, recorriendo el reino a lo largo y a lo ancho sin éxito, sintiéndose cada vez más huraño y solitario. Una noche de verano, mientras paseaba la borrachera por las calles de un pequeño pueblo, ocurrió algo increíble. Ante sus ojos apareció una mujer extraordinaria, cuyo rostro lograba bordar la línea entre la locura y la sensatez. Llevaba de la mano a un niño muy serio y algo pálido y ninguno de los dos hablaba. Pasaron junto al joven y éste, eclipsado por la perfección de la chica, no pudo hacer otra cosa que apoyar la espalda en la pared mientras ambos se alejaban.
Al día siguiente inspeccionó casa por casa y nadie la conocía, “no creo que fuera del pueblo, seguro que sólo estaba de paso” le dijo una vecina ante la desesperación de nuestro apuesto amigo. Esa noche volvió a emborracharse, esta vez por mal de amores, y a deambular sin rumbo fijo. Entonces, más o menos a la misma hora que la noche anterior, volvió a verla. Llevaba el mismo vestido pero esta vez iba acompañada por un hombre alto y robusto, también de rostro grave. La mezcla de fascinación y alcohol hizo que tampoco en esa vez pudiera moverse ni decir una sola palabra. La mujer volvió a perderse en la noche.
Angustiado por su estupidez, el joven volvió al bar del pueblo a seguir bebiendo. Allí encontró dos hombres hablando en la barra (al igual que tu padre y ese señor). De esa manera se enteró que el pueblo estaba siendo azotado por una extraña enfermedad que causaba unas fiebres muy altas. Dicho mal ya había engendrado dos muertes, la de un chico y su padre. Anonadado descubrió la gran verdad de todo aquello: aquellas dos personas eran las que acompañaban a su amada, por lo cual, él se había enamorado de la muerte misma.
Ciego por conseguir su amor, el chico trazó un plan perfecto que llevaría a cabo en un solo día. Se afeitó, cortó su melena y cuando caía la tarde se acercó a la plaza mayor del pueblo donde conquistó sin apenas hablar a una joven que por allí paseaba. La invitó a cenar y la llevó a la habitación que ocupaba en un pequeño hostal de las afueras. Una vez allí la distrajo con conversaciones sin sentido hasta que empezó a hacerse tarde. Entonces saltó sobre ella y la asfixió con sus propias manos. Dejó su cuerpo sobre la cama y esperó agazapado en un rincón.
Al poco tiempo la puerta se abrió y la hermosa dama hizo su entrada en la habitación. La chica, como si hubiese estado dormida, se levantó lentamente y sin decir nada ambas se fueron. En ese momento el joven salió de su escondite y las siguió a ambas disipándose con ellas en la espesura del bosque.
Al día siguiente la dueña del hostal encontró el cuerpo sin vida de la chica, al joven sin embargo, y aunque sus cosas siguieran en su sitio, jamás volvieron a verlo...

-¡No me ha gustado tu cuento!, me da miedo –dijo Javito dando un paso atrás.
-¡Jajaja!, supongo que los niños de hoy en día están acostumbrados a: ...y fueron felices y comieron perdices. –bromeó el extranjero.
-Vuelve a casa Javito, no lo volveré a repetir –y señaló la puerta- dile a mamá que voy inmediatamente.
-Sí, lo siento –obedeció el niño saliendo a toda prisa de la taberna. En ese momento Sebastián se llevó la jarra a los labios al tiempo que decía con palabras lapidarias:
-No sé cómo permites que tu hijo visite lugares como éste y a estas horas –Manuel notó como la rabia, su vieja compañera, gateaba por su cuerpo produciendo un suave cosquilleo.
-Ni se te ocurra. No me digas cómo tengo que educar a mi hijo. Soy un buen padre para él y no consiento que se diga lo contrario.
-Yo sólo he dado mi opinión –se excusó encogiéndose de hombros.
-Pues ya me estoy hartando de tus opiniones. No me conoces, no sabes nada sobre mí, así que no vuelvas a hacerlo.
-Tranquilo, hombre. Yo lo que digo es que este niño ha estado mucho tiempo sin su padre y eso puede afectarle.
En aquel preciso instante lo oyó. Años más tarde, cuando ya todo estuvo perdido, intentó convencerse a sí mismo de que no ocurrió, pero lo oyó. Era la voz del extranjero que salía de su propia cabeza. Un pensamiento que él no había creado. “Lo sabes y no quieres reconocerlo. Estuviste mucho tiempo con tu tratamiento. Mucho tiempo que cualquiera podría aprovechar para hablar con Matilde, para ocupar tu puesto. ¿Quién la visitaba cuando tú no estabas?, ¿quién calentó sus frías noches y regaló chucherías a Javito?, ¿quién?. No me digas que no lo sabes. Todo se nubló, la injuria volvió a repetirse. Manuel no veía nada, ni siquiera escuchó el sonido de la puerta, ni la voz de su hijo.
-Papá, se me olvidaba decirte que mamá quiere que lleves la leña para... –Javito no pudo continuar, porque el hombre que había allí no era su padre. Se había transformado otra vez en el ogro.
El golpe resonó en la habitación como un trueno. Alguien que pasara por la calle hubiera podido pensar que la tormenta había llegado sin miedo a equivocarse. Sebastián cayó al suelo inconsciente y comenzó a sangrar profusamente. Manuel fue recuperando la cordura cuando volvió la cabeza hacia su hijo. Allí estaba aquella funesta expresión de la que tanto había huido. El miedo dominaba sus suaves facciones convirtiendo su rostro en una aciaga mueca. El padre intentó acercarse pero al primer paso Javito salió corriendo y se perdió por las calles del pueblo.
Lentamente el extranjero cogió su maleta y se alzó. Era inmenso y extremadamente escuálido. Con pasos largos abandonó la taberna dejando la fatídica escena con una leve sonrisa. Al salir a la calle el viento había cesado. La calma vaticinaba la tempestad. Todo estaba desierto, sólo una persona se vislumbraba a lo lejos dirigiéndose hacia allí. Lánguidamente ambos avanzaban por el paseo marítimo y al cruzarse el forastero saludó con la mano.
-Buenas noches, Sebastián. Menuda tormenta se avecina.
Extrañado, Sebastián se volvió y observó alejarse al insólito personaje. Mientras se perdía entre la niebla, sombras extravagantes procedentes de las calles salían a su encuentro, como acudiendo a su llamada, y desaparecían con él en la lejanía.


por Abraham price.

8/11/06

El olfato afrodisíaco


Los cinco sentidos se diluyen en uno…Pero el olor es el alma profunda de las cosas. Las cosas que nos importan. La importancia y la necesidad del otro. El otro, la otra, el objeto de nuestro amor, de nuestras fantasías, de nuestra excitación, de nuestra adoración y de nuestros intentos de seducción. La seducción como principio y fin. Y el fin, desde el principio, es dejarse embriagar y cubrir por el olor del amante. Ese olor rancio de la madurez, dulce de la juventud, salado y genital. Agrio de las grietas y pliegues, aliñado en colonia, crema, vaselina, jalea real, canela, mermelada, nata fresca, gotas de vino o champagne, es el olor del deseo. El deseo que penetra por la nariz y se clava en el cerebro y se impregna en la piel como una tatuaje de cuerpo entero y no se puede olvidar así pasen cien años y cien amantes más por nuestros brazos. Porque cada persona tiene su olor y este es único, genuino , irrepetible e intransferible, igual que las huellas dactilares, como reveló el descubrimiento de las feromonas en 1986.
Los occidentales sentimos predilección por el almizcle, secreción del buey almizclero cuando está en periodo de celo; en cambio, a penas percibimos los efluvios del deseo humano, sólo unas pocas afortunadas son capaces de detectarlo. Este empezó a aplicarse en forma de perfume, al igual que el del castor y el cachalote o ámbar gris, durante el Renacimiento al conocerse que su olor es semejante al de la hormona masculina. Estos ingredientes fueron sustituidos en el siglo XVI por los aromas florales, y actualmente es muy difícil hacerse con un perfumero de azmilcle, aunque existen fragancias realmente excitantes y sabrosas para embelesar al amante, las rosas y el azahar, sin ir mas lejos, son perfumes muy empleados para aromatizar el ambiente. La rosa es una flor muy romántica pero sobre todo sensual, y bañarse o frotarse el cuerpo con sus pétalos puede provocar una excitación incontrolada en los genitales tanto masculinos como femeninos. Mezclada con canela o en forma de bálsamo (recomiendo cualquier vaselina labial con aroma de flores o frutas) y aplicada en la vagina, convierte a ésta en un bocado suculento para el varón, y sobre el pene actúa como un potenciador de la erección el azahar nos sumerge en un paraíso como el de Las mil y unas noches, bajo el cielo protector de Paul Bowles en Casablanca, y en los campos y cuerpos naranjas de Van Gogh y Gauguin. También el jazmín, el lirio, la flor de loto, la vainilla, o la canela nos transportan a las páginas del Kamasutra y las novelas victorianas, pero sobre todo nos revelan que detrás de su atractivo velo siempre hay otro aroma más puro, más báquico, más animal…El olor del amante.

6/11/06

Alumbramiento



En esta obra deliciosa, Víctor Erice, perro verde del cine español, vuelve a deleitarnos con una dosis ejemplar de buen cine. La forma de mirar, en este caso, trasciende a lo que miramos.
Alumbramiento (2001), construye un paraíso perdido, nos lleva pacientemente de la mano para establecer una línea poética que representa las contradicciones de la realidad. Y para ello, es necesario que tomemos conciencia de la delgada línea que separa la vida de la muerte. Cómo sobrevivir a lo irremediable, cómo vivir muriendo, y cómo a partir del arte, el sacrificio o el amor, en el interior mismo de las tinieblas yace, agazapada y constante, la luz.
El cine de víctor Erice bascula permanentemente sobre pilares temáticos como el relato mítico, el concepto de circularidad, la incomunicación y la autodestrucción, e irremediablemente sobre la recreación mágica del universo infantil.
Allá por 1973, Erice pone un punto y aparte en la historia del cine español con su obra maestra, El espíritu de la colmena, un retrato poético, social e inesperado de la España franquista. Pero la película es, obviamente, algo más, supone el descubrimiento del auténtico Víctor Erice, que ya en 1963, había realizado Los Desafíos, un laberinto de pasiones incontrolables, cuyos personajes están condenados a la destrucción.
Diez años más viejo, Erice aparece con El Sur, quizá su película más lúgubre Una niña que atribuye cualidades mágicas a su padre, zahorí desquiciado, y verá como la ilusión se desvanece ante la ausencia de felicidad y la huida que supone la adolescencia
El sol del membrillo (1992), documental sobre el pintor Antonio López, vaca sagrada para unos, pintor de la ausencia de tiempo para otros, es una película meticulosa hasta la médula, en la que se muestra la imposibilidad de atrapar el tiempo, la paciencia feroz del pintor frente al nacimiento, esplendor, decrepitud, muerte, y nuevo nacimiento del membrillo (Heráclito ya vaticinó que todo fluye, nada permanece).
Cualquier cosa sirve, cualquier cosa encierra un potencial de vida y conocimiento si la miramos del modo adecuado, curiosamente, como miran los niños. Y esto hace Erice en Alumbramiento, cuando nos muestra un reloj, una vieja fotografía, la gota molesta y bella que interrumpe el silencio, el gato que descubre el peligro, una guadaña sonante, una silueta de mujer o el espantapájaros solitario.
Diez minutos maravillosos de blanco y negro. Alumbramiento. Un niño que va a estar marcado por el momento y las circunstancias en las que nace: 28 de Junio de 1940. La maquinaria nazi en el cielo de Hendaya. Es decir, Erice se presenta como un náufrago en el realismo crítico, donde el cine se concibe dentro de unas coordenadas históricas, sociales y culturales, donde el estilo es inseparable del mundo que lo determina.
Con un tratamiento exquisito de la fotografía y una delicada puesta en escena, Víctor Erice nos regala un viaje por el tiempo, nos hace gozar gracias al respeto que imponen los silencios, los sonidos incontrolables de la naturaleza, y elabora sutiles transiciones, tímidas panorámicas descriptivas, que convierten al cine efectista comercial en un aborto mezquino.
En definitiva, admiración manifiesta por Víctor Erice, quizás pesan las palabras, pero cómo explicar la tragedia del conocimiento a la manera de una psique sin cuerpo.

dónde sueñan las hadas



Francís acaba de llegar a la estación de Santa Justa. Sus pies empiezan rodar.
Lleva unas botas grandes, de puntera rectangular, que han adoptado forma de
barca de tanto andar por las amplias avenidas de la ciudad. Es una mujer alta y
robusta, despierta e intuitiva, que deja entrever su acercamiento al mundo de la
calle, la prostitución o el abandono familiar.
“Entro en el servicio y las veo pintarse la cara. No sé porqué lo hacen. Bueno sí lo sé, por el dinero. Pero en serio, ¿Creéis qué hace falta estar ahí, mostrándote cómo si fueras un maniquí de tres al cuarto? No hay necesidad de crear clientes así. Se trata de establecer una relación más íntima con él. Lo llamas cuando tengas tiempo y ya está. Si hay complicaciones rutinarias, se encarga el Ivy de él. Pero bueno, así es una mujer que esté metida en la prostitución puede tener muchas cosas, apartamentos, coches, ropa, pero sabe perfectamente, eh, que está metida en la mierda.”

Me explica que tiene dos hijas y que hace dos años que nos las ve. Su marido
tiene la custodia de ellas.
Cuando le pregunto porqué está en Sevilla me dice que busca centros sociales de acogida. Entonces caigo en la cuenta de que hay algo en la escena que no cuadra. Contradicciones, muchas contradicciones; una mujer que espera un juicio por violación. Ivy, albanés, un chuloputas que se dedica a la trata de blancas, robos por extorsión y alguna que otra chulería más, la viola brutalmente por unos cuantos euros. Tres visitas a una planta de psiquiatría. Tres salidas voluntarias. Fuma incansablemente, hasta el punto de afirmar que vive para fumar.

- “He perdido a mis hijas, a mi familia. He perdido parte de mi dignidad.

Pero no está todo el tiempo lastimándose por su recorrido. Su voz tiene tonos juveniles, de mujer amable, pícara y educada. Tiene 29 años. Ha vivido rápido, quizá sin obsesionarse con el tiempo y su adherencia a cada uno de nosotros, que somos un puñado de partículas atraídas por una pelota de trapo. Y la pelota con sus hilachos.
Y Francis por fin se deshace de las botas, estira las piernas y se vuelve a vaciar contando los hechos que la razón constituyente nunca logrará desvelar.

Desnudar la realidad;
Pásenle el brillo al Estado social, democrático y de derecho.
Adelante, aprendan a decir NO.
Salga del atolladero.
No se niegue a los prodigios
Ordene a la luna, al sol
Desate el trueno y el rayo.
Decídase.

5/11/06

Relato Manual


Hace poco tiempo que Manuel no está, pero la otra noche, mientras la ciudad dormía, alguien se acercaba a mi oído susurrándome con sigilo:

- ¡Oreja, oreja, oreja, despierta dormilón! Hoy te toca a ti ir a comprar el pan...

Oreja y mono, mono y oreja. Eternamente unidos a una misma matriz. Ahora más que nunca desearía ser peter pan y dejar que el tiempo pasase tal cual.
Pero las manecillas del reloj volverán a dar la hora, precisa y exacta, como la música que muere en una caracola. Y el tintineo de las campanas tamizará nuestra percepción del sueño, de cada uno de los recuerdos que muta en realidad y parece resurgir de las tinieblas.

Sí. Todo lo que usted quiere saber sobre la muerte es sencillamente inútil. A todos esos no les queda nada más que eso, existencia. Y es mucho, precisamente, vivir par contarlo.

Manuel es un fuera de serie. Un tipo abiertamente vital que desgrana su sabiduría en la más sensata de todas, la de la calle y los amigos. Me hubiera gustado verlo crecer, aprender más de él. Y lo hago, y lo haré cotidianamente porque siento que me sonríe cuando abro la ventana.

Las palabras del desierto



El día que Ibrahim Bekkouri llegó a la frontera, sus pies temblaron de alegría. Atrás quedaba la infancia de un niño que creció al ritmo de los pasos del desierto. Al sur, muchos kilómetros al sur, donde el horizonte es una visión óptica del subconsciente colectivo, su familia había depositado en él toda la energía que produce una tierra seca y hostil, desprovista de caprichos mecánicos.
El deseo de huir de un futuro incierto, motivado por el fracaso del primer intento, alimentaba el sueño de Ibrahim. Podía continuar la lucha y esquivar las expectativas que otros viajeros contaban, pero en su mundo interior eso ya no tenía sentido, no conocía el motivo ni repetía instintivamente las palabras del desierto. Había desestimado la posibilidad de seguir viviendo como un nómada auténtico. Pensaba en sus hermanos, en las gafas que su madre necesitaba, en el agua potable, en un balón flamante para su hermano pequeño, en todos los turistas que había conocido como guía.
Llegó a la frontera desde un rincón de Mhami. Esquivó los chantajes de la policía marroquí. Incluso pagó su deuda con las mafias del estrecho. Pero él sabía que su lucha era otra. Aquellas barreras que a los habitantes del desierto resultaban casi imperceptibles: cómo sucumbir a la magia del desierto y sentir la ausencia del soplo de las horas. Esa contradicción entre tradición y progreso lo hundía en una melancolía desesperada y al mismo tiempo lo alentaba firmemente en el combate.
Tras dos meses varado en la costa, Ibrahim tuvo que afrontar el día a día del campamento, las reglas de la supervivencia. Esperaba sin excusas la llegada de la embarcación.
Paseando por la rue Centilenas, se encontró con Rachid. El saludo fue enérgico, sin apreciar ninguno de los dos el abismo confuso entre la manifestación y la inmanencia.
Entraron en una tabernita de pescadores. Se sentaron en una mesa de fuera, junto a unas sombrillas de Coca-cola. Rachid sacó dos pitillos y ofreció uno a su amigo. Fumaba y tosían sin hacer ruido, la risa estaba en los ojos, y veían la gente andar de un lado para otro; las mujeres con el ritmo aprendido, los hombres con el rumbo perdido que abarrotaban los cafés, mirándose unos a otros, buscando la falta de complicidad, agotados por un exceso de contemplación. Veían la plazuela Ben–Amir, y allí se intercambiaban todo tipo de cosas; baratijas y chucherías, grifos de cuarta mano, pollos, leche, hortalizas y especias de colores. Y en medio los niños de mirada solvente y desgarradora, que como un espejo cortante, jugaban a ser mayores.
Una fina lluvia minaba los colores, imperceptibles en el volumen de las nubes. Rachid dej de mirar La Gran Plaza. Él comprendía la situación de su amigo. La mar se tragó sus sueños, y también lo sentó en el miedo.
El sol entraba por un hueco del tejado, mezclaba sus partículas con el humo del hachís, al tiempo que los dos amigos brindaban con té. Rachid fue a la barra del bar para pagar el té y las sillas. Metió las últimas monedas en la cartera, alzó los ojos, Ibrahim ya no estaba. No era una ciudad invisible, ni una ilusión. Tal vez era una búsqueda, materia inerte que el desierto traía de lejos. Palabras arrastradas hacia el mar, o el rumor de una inmensidad que nos mira.

Arte, acción y política



http:// www.fluxus.es.tt

Información opaca



En plena sociedad de la información, aún hay mucha gente que no se entera de cuales son las claves que tiene que seguir el periodista o el comunicador para alcanzar una verdadera situación de mediador social. Y eso, en el mejor de los casos resulta completamente falso, porque los profesionales de los medios de comunicación, en gran medida, aspiran a formar parte del juego escabroso de las jerarquías y aptitudes que se dan cita en la empresa de la información.
Si busca alguna marca de comodidad en este texto, deje de leerlo. Por favor. No se moleste, papelito más o menos acabará haciéndole perder el tiempo.
Es algo así como ver una película en la que se habla de la feria de la mentira, con su stand ocupado por deliciosos pasteles color carne, sus vestidito y fondo azul, y un abanico de posturas, falsificaciones y dependientes que hablan agitados sobre la obra social de la empresa y su compromiso con el tercer mundo.
No quisiera volver a escribir sobre el falso documental, sino de la doble moral. La misma que azota despachos y ministerios de defensa. La que participa activamente en las relaciones de poder y tiramos por el retrete al acabar la jornada laboral. Esa misma, que el señor decano utiliza cuando habla de vanguardia y tecnología, o la que emplea una señora en el mercado cuando lanza comentarios contra los morenos del top manta.
Doble moral. Creer que tu culo está a salvo porque no eres homosexual. Ir a ver una película de Michael Moore, enamorarte sin pedir nada a cambio o cambiar de ropa cuando tus padres no te ven. Decir que el cannabis es el pasaporte a otras drogas y que el alcohol es una droga dócil y manejable. Doble moral.
Estoy expectante, deseoso de poder ver alguna vez que el lema de la campaña sea: “Yo, ese gran mentiroso”. Quien sabe, lo mismo aparece de titular en algún periódico importante del país, pero en ese caso quizá el autor no pertenezca a ningún grupo político.