28/9/07

Diario de un cartero voluble

Tercera parte
Mensajes de contenedor


Sarriá. Mañé y Flaquer. Número 6. El segundo furgón estacionó a las 8:45. La jefa llamó a dos de los contratados para descargarlo. Ya en la entrada JC masculló un saludo amable. Hablamos de un corto que hizo el año pasado. Buen intento, le digo para joderlo de buena fe. Creo que tienes buenas maneras. Lo de mostrar en exceso no resulta bien. Para algunos "autores outsider" la ética de una película entronca directamente con la narración. Vaciamos el furgón. Progresivamente. Los riñones sufren lo necesario para hablarte a media tarde.
La cara de un tipo albino, de ojos pequeños y azules, mofletes sonrosados y cabellos implantados en una clínica cara, se repite sospechosamente entre los montones de revistas financieras. Quién ha llamado a este caraculo, espeto a regañadientes.
Al fondo de la furgona hay diez bloques compactos de publicidad institucional. "Barcelona Batega" leo con curiosidad. Las letras en negro y un corazon rojo dispuesto en horizontal cubren la carta publicitaria. Una invocación más al civismo y al sentido común. Esta última palabra tiene un sentido metálico. Qué es eso de sentido común en una selva mundializada como esta. Busco alternativas a esta campaña en internet y encuentro un cartelito con el lema "Barcelona Carrega, la prensa aplaudeix, les inmobiliries es forren. Ajuntament de Carcelona". Un policía sale del corazón estrangulado con la porra en alto y muchas ganas de ordenar.
Aún faltan dos pilas de revistas. Publicidad de una conocida publicación de moda y belleza para la mujer. Creo que aquí dentro hay una compresa, digo a mis compañeros de carga y descarga. No exageres hombre, me dice un tipo sensato que mira mientras el sudor me invade la frente.
Nos ponemos a tirar cartas. Tras casi cuarenta minutos sin ninguna novedad, un A4 transparente llega a mis manos. En el margen superior izquierdo un remitente y a la inversa el destinatario. Nada más. Lo comento con los compañeros. Perplejo. Creatividad minimal, una postal depurada, un error, una carta más, no sé que coño es esto, aunque al menos te hace pensar. Un mensaje cristalino, desnudo, cualificado.
Ya sentado me pongo a realizar las bajas. Carles está justo al lado. Me enseña un sobre grande cuyo remitente es una clínica dental. Toco el sobre y deduzco que dentro hay una dentadura. La han devuelto. Probablemente la abuela que se la puso la usó durante un tiempo hasta que contrajo alguna caries remota. Tengo una tentación escabrosa. Le digo que voy a ir al baño. Abriré el sobre. Me pondré la dentadura y le diré a la jefa que es una pureta llena de sensualidad. Carles me ha dicho varias veces que me estoy jugando el puesto de trabajo con mis comentarios picantes. Descargando el material inflamable me había dicho que al distrito 17 le llaman "La casa de las amargas". Será porque las tres jefas mean sentadas. En boca cerrada no entran moscas. Charlatán. Profesional. Le digo que ya descansaré cuando me coman las moscas. Ni siquiera el esqueleto de un pez gigante puede descansar. Habrá testigos que reinventen la hazaña del cazador. Lo dice Hemingway en ese librito tan conocido sobre un viejo pescador cubano. También proclama eso de que el hombre no ha nacido para la derrota. Puede ser destruido, pero jamás puede ser derrotado. Suicida, bruto y ejemplar.

24/9/07

a dos bandas

23/9/07

materia positiva

22/9/07

p-22

Culto a la madre
Instalación de Eulalia Valldosera

21/9/07

En una lengua de trapo












Mi lengua busca formas en la oscuridad,

enfrascada en participios sin sentido,
en coños publicitarios, milenarios,
indagando las palabras malditas,
busco el vicio realista que atrapa lentamente,
infinitamente,
la lista interminable de moléculas enfermas,
lejos de la tercera dimesión.
Subo a bocados por la escalera y una mano me ofrece dos caladas de miedo y deseo.
Prospectiva engañosa.
mi lengua busca formas en la oscuridad.


17/9/07

Diario de un cartero voluble

Segunda parte
Tropezones y una sonrisa vertical


Las cartas se tiran de pie. Distrito, barrio, sección, calle, número. Por este orden poco fiable nos orientamos. Te diré algo predecible, el tiempo es una inversión con intereses . El plástico y su invasión también. Ambos justifican la propaganda. No sólo en Correos. Las cartas son para los profesionales del oficio. Alguien me contó que durante algún tiempo los contratados de Correos eran utilizados como conejillos de indias cuando ETA utilizaba la privacidad y el erotismo que encierran las cartas para atentar contra algún pececillo gordinflón de la burocracia o algún periodista del establishment social. Mopa al estado social, democrático y de derecho.
Hablar mucho mientras tiras cartas puede resultar un insulto a tus compañeros. Lo que más se lleva ahora es enchufarte los cascos y comentar noticias y discos con el locutor. Él te venderá su voz y tú pensarás que es un farsante con suerte. Yo te diré que tu vida es una puta mierda. Y lo sabes. Lo has pensado alguna vez. De lo contrario no leerías esto.
Algunos carteros quieren salir antes. Su barrio está limpio y por la tarde tienen otro empleo: un bar, jardinero, cuidador de ancianos, encuestador, camello ocasional. Te cuento el tópico del trabajo flexible. Casi nadie protesta por lo esencial. Sólo os quejáis cuando hay muchas cartas, dirá la jefa. No milito en ningún partido, más bien soy un vigilante acusador. . Una empresa con unos 60.000 empleados, precarios, mal pagados, en manos de la privatización que vendrá, peligrosamente se afirma como la solución a un sueldo digno.Y para bien, la exploración subversiva del caos. Porque el trabajo de cartero puede resultar maravilloso, en el sentido de encontrar el buzón donde echar la carta.
Sindicatos traidores que pactan a espaldas del trabajador. El peatón amarillo no busca soluciones. El peatón naranja te verá como un vago. En este tiempo breve en el que interpreto y juzgo sólo veo un descontento moral, psicológico y social de la vida cotidiana. Una alternativa a los bocados de este post: www.correosenlucha.spaces.live.com
Escogió un sobre bonito. Puso empeño en la caligrafía. Pidió a la estanquera un sello que discriminara al rey. Lo encontró. El sello se le quedó pegado en la lengua. Un ligero sabor a verde. Pensó. Con esfuerzo lo puso en el margen derecho del sobre. Elva López. Calle Poeta, 8, Bajos, 41658. Lisenda. Chincoladas de perro y frasco. República independiente de los palabros.

13/9/07

El médico que mató a Peter Pan

La memoria fugaz












Los niños pillan un berrinche el primer día de escuela. Yo no lo recuerdo, lo sé porque me lo han contado. No tenemos consciencia de esa inmensidad. Es algo parecido a una llanura que intenta decirnos algo. Todos fuimos anarquistas alguna vez. A muchos niños les gusta cruzar el oceáno con su bicicleta y atrapar lagartijas en el verano.
Nos poníamos en círculo alrededor del rabo de lagartija que no paraba de girar. Y si tenías suerte y el rabito se paraba junto a ti, disponías las reglas del próximo juego. A mí me gustaba ofrecer el rabito a las niñas que jugaban con nosotros. Muy pocas participaban en el ritual. Ninguno de nosotros sabía porqué el rabito mutaba en realidad.
También nos gustaba pisotear el fango del arroyo con las botas de agua. Hacíamos figuras imposibles con los helechos salvajes que crecían a los lados. Pensábamos que el verde era el color de la infancia.
En el camino que bajaba al arroyo vegetaban algunos almendros. Siempre recordaré la sombra que colgaba del árbol. Fue la primera vez que vi un animal muerto. Era un galgo. Lo habían sacrificado porque no era lo suficientemente rápido. Durante años aguanté los malditos chistes de algunos cazadores del lugar.
Hace unos meses se me apareció la sombra del galgo en un paraje completamente distinto. La memoria quiso asustarme de alguna forma intraducible. Esta vez el galgo estaba de pie, desafiando a su propia sombra. Yo miraba el espectro a ras de suelo. La imagen me pertenecía desde hacía muchos años. Un sistema de relaciones simplemente. Pensé.
Un niño se entretenía juntando todos los zapatos que encontraba en el vertedero improvisado del camino. Colgaba los zapatos en los almendros. Lo hizo incluso con la presencia del perro humillado. Era un niño muy raro. Inventó la carrera del espárrago. Robábamos el carrito de la compra a nuestras madres y nos deslizábamos por los surcos cuesta abajo. El carrito quedaba para el arrastre. Nuestras rodillas eran un poema de sangre.
Ese niño me dijo que le había levantado las faldas a la virgen. No te creo. Le dije desafiándolo. Entramos a la iglesia por la casa del cura comunista. Éramos unos enanos muy ariscos. Ya lo creo. Pero nos colamos en los bajos de la muñeca. Descubrimos el artificio. Esa noche no pude quitarme de la cabeza la sombra del galgo.
A la mañana siguiente, la profesora preguntó que queríamos ser de mayor. Yo dije que sería ginecólogo. Mi padres se reían mucho cuando alguno de sus amigos me lo preguntaba. Estaban tan convencidos como yo de que era una puerta al conocimiento.

11/9/07

sesión limitada



9/9/07

La otra estrategia del caracol












Dejo el correo en el mostrador y también el saludo precipitado de buena mañana. Muchas veces los sorprendo hojeando algún periódico de derechas. Algunos simulan una lectura malograda, otros solo estrujan el periódico con los dedos. El uniforme azul se camufla con el negro de la entrada. Los mayores parecen hinchados de alcohol. Una calvicie rotunda los delata por muchos años. Viven en el mismo edificio que su dueño. Estamos en Sarriá. Una condición indispensable. La otra fue comulgar en silencio o en directo con la línea franquista de pensamiento. Muy pocos son catalanes o catalanistas. Tienden a las frases cortas y correctas. No se trata de promover asperezas. Narro ingenuamente desde la experiencia. A la realidad no le hace falta ser verosímil. Soy testigo por azahar. Pienso en la literatura como una metáfora de acción. Veo a los porteros en su soledad, airosos del síndrome de Ulises, como el corredor de fondo que anuncia la dispersión. Con ellos mi gratitud. Contra todos la explotación. Esta conciencia es un abismo macerado en el frío de la despensa. Quiero desearte suerte portero. Mereces otra oportunidad. Elige bien donde te sitúas portero. Alza la voz si es preciso portero. No te arrugues voluntariamente portero. Mete los pies en agua y sal portero. La casa perderá si es preciso portero.

8/9/07

Monos en el frío

Primera parte
La bañera












2004. Ese año me acosté con dos vírgenes y con una ninfómana. No es del todo placentero, ya lo sé. No me interroguéis
. Solo quiero recordar el sabor de esos coños. Tampoco quiero saber nada de esos tipos que escriben pensando en mejorar lo que hablan en el bar. Escribir malamente puede resultar igual de obsceno.
Tuve que irme por patas del piso donde vivía. Mi compañero intentó montárselo con la hierba. No sé si llegó a funcionar. Si recuerdo que el piso de abajo era un gabinete de psicología. Un día encontramos el laboratorio inundado. El agua empezó a filtrarse poco a poco y alcanzó el techo de los vecinos. La noche anterior soñé que me acostaba con la psicóloga jefe. No me decidí a visitarla. El dinero escaseaba. Dejé la marijuana por el vino. Me mudé de casa. Antes de abandonarla me acosté con una alemana protestante. Rebeca se aferraba a mi polla y yo le mordisqueaba nervioso los pezones. No dejó que la penetrara. Me habló de su novio. Me habló de la culpa. Me habló de urgencias y sentimientos.
Me instalé en una casa vieja del centro. Mi habitación estaba en la tercera planta. Pagaba doscientos euros por vivir en un cuchitril con terraza.
Trabajaba gratuitamente en un programa de radio. Me acosté con mi compañera de prácticas. Era brasileña. Tenía un culo fantástico. Me enseñó una foto de su padre. No me gustan los tipos con bigote. Enseguida deduje que era milico.
Carolina no quiso perder la virginidad. Se contentó con mordisquear torpemente mi polla. Me entregué a su clítoris. Nos perdimos en la rigidez de las baldosas.
Ese año conocí a una francesa. Se instaló en el piso de abajo. Un día subió borracha a mi habitación. Yo trataba de escribir. Entonces pensaba que se me daba bien. Me dijo que no quería molestar. Yo ardía de ganas por follármela. Cristal se tumbó en mi cama. No hicimos preguntas. Le ofrecí mi polla. Me enseñó su coño. Estuvimos toda la noche follando. Al día siguiente quiso hacerlo en la terraza. Se le daba bien. Era joven, viciosa y vital. Sólo se equivocó en una cosa. Dijo que no era la puta de cama de nadie. Gracias Bolaño; en el equívoco vivimos y planeamos nuestros ciclos de vida.

7/9/07

Fatalismo y belleza iconoclasta














"Donde hay reposo hay vacío, donde hay vacío está la plenitud, que es totalidad" dice Chuang-Tzi, filósofo taoísta. En Primavera, verano, otoño, invierno....y primavera, Kim-ki-duk, 2003, esboza un bonito cuento visual en el que un monje budista trata de guiar a su joven discípulo a lo largo de las estaciones. El relato circular en el cine y en la vida. El deseo como vehículo de la tragedia. Fatalismo y belleza iconoclasta. Para algunos, la ética está en la forma de mirar. No es un guión que puedan firmar los mejores del oficio, tal vez mucha dilación en el ritmo, si se mira desde la óptica occidental. Pocos autores, quizá Erice, saben mirar desde este lado del conocimiento. Una película no apta para todos los públicos. Una etiqueta intelectual que viola pacientemente las taquillas. Hay que verla.

6/9/07

Háblame de tu música














Todo autor mira hacia dentro en la medida en que esa creación se observa a sí misma. Federico Fellini lo hace con guiños constantes al deseo, a lo grotesco y el desasosiego. También perfila una mirada provocadora hacia el espectador. No lo lleva de la mano sino que lo engancha desde la fragmentación del relato. Un viaje irreal e ilusorio que convierte la realidad en un espectáculo brillante. En
Ensayo de orquesta, 1979, un grupo de músicos se reunen en un antiguo oratorio para tocar bajo la batuta de un autoritario director de orquesta, concediendo una entrevista a un invisible periodista de televisión que bien podría ser Fellini.
La orquesta, la familia, la oficina, el sindicato o el partido. La misma estructura social que nos oprime según se mire. Más allá del pensamiento crítico nos queda el arte como terapia de salvación, como vía de sanación ante la enfermedad que supone la cinefilia.

4/9/07

violencia sin retorno












Se dice que los tipos duros no bailan. Maticemos, lo dice Norman Mailer en esa novela donde el whisky y la marijuana acompañan el mal trago que supone confiar ciegamente en el ser humano, asesino irreconocible, fogata devoradora de su especie.
En La Huida, Sam Peckinpah, 1972, desarrolla una violencia medida y adictiva que seduce al espectador más elocuente desde el momento en el que Steve MacQueen y sus compinches deciden atracar el banco. Puro cine. Un guión muy inteligente. Unos personajes perfectamente construidos. Un director exigente, lírico en la batalla, controvertido y psicológico.

1/9/07

La escuela no me enseñó a leer los labios

Primera parte
La memoria fugaz











Viernes 24 de agosto. Quedo con Nacho para ir a las fiestas del barrio de Sants. LLego quince minutos tarde a la salida de Alcolea. Línea Roja. Habíamos quedado con Ignacio, un amigo de Nacho que protagonizó un corto sobre un tipo gris que finalmente decide romper con todo. Ignacio me explica que prefiere las fiestas de Sants a las de Gracia, donde el bullicio es palpable y las calles desembocan en una orgía colectiva con un inquietante olor a orín. Entramos en un Bar para tomar unas cervezas. Nacho le explica al camarero que quiere un bocadillo de medio metro aproximadamente. El camarero es chino y conoce al dedillo el lenguaje no verbal. Finalmente asiente y nos sirve las tres cervezas. Hablamos de algo concreto; la especulación inmobiliaria en Barcelona. Salvaje, excluyente, estudiada y legislada por nuestros políticos mediocres y decididamente obscenos. Les explico que estoy leyendo un libro sobre la obra de Joaquin Jordá (La mirada Lliure, Laia Manresa, Filmoteca de Catalunya, 2006) y hablamos de una película documental excelente (De nens, Joaquín Jordá, 2003) cuyo trasfondo no es otro que la forzada transformación social y estética del barrio del Raval. Hay expertos inmobiliarios que usan el término "cucaracha" para designar a los inquilinos que son potencialmente pasivos para el sistema inmobiliario. Si tienes más de 70 años y dispones de un régimen de alquiler con renta antigua, estarás en la lista negra de esta gentuza que emplea el chantaje o la violencia psicológica para meterle el miedo en el cuerpo al inquilino. Por su parte, el ayuntamiento no interviene en las reformas del edificio, al contrario, recibe presiones de los grandes grupos inmobiliarios para intervenir en demoliciones. A la par que escribo esto, leo en El periódico de Catalunya que “el reponsable económico apoya la deducción fiscal a los alquileres, pero solo a los jóvenes”. Su particular tono rancio no lo exime de la gravedad con la que nos encontramos, ni tampoco convence. Es un cínico neoliberal, consolidado en la Eurocámara, que mostró su descontento cuando Zapatero le pidió que se incorporara al Ejecutivo. Pero estos progres presumen de compromiso social y sobre todo saben comportarse en público, saben que la discordia no entona con el marketing.
Esto tiene que reventar en breve y si los jóvenes de este país no lo hacemos, no lo hará nadie. Y si no pasa, lo más normal es que haya un exilio emergente hacia otros países europeos, como ya sucede con gran parte de los investigadores. Efectivamente, estamos hablando de políticos y revolucionarios en estado de gracia. Una de sus máximas en alianza con el cuarto poder podría ser "no dejes que la realidad pueda ser un obstáculo".
Necesito dinero y medios para hacer un documental sobre las personas mayores que viven en una situación de abandono y exclusión social. Necesito denunciar visualmente estas circunstancias. Soy un optimista anclado en la memoria fea. Y si las imágenes son caras, las palabras inundarán el barco. En el naufragio los árboles de la memoria emergen desde las profundidades. Un acuario en superficie, peces, memoria y selección. Veinte mil euros no son nada, pienso con la ilusión de un niño chico.
La chica que ha preparado el bocadillo se acerca a la mesa. Le pregunto cuánto tiempo llevan con el bar. Me responde que apenas dos meses y entre risas y genuflexiones imposibles nos dice que trabaja unas 18 horas al día. Es muy simpática y voluptuosa. Sus rasgos no parecen chinos. Tiene la cara más ancha y unos ojos ajados más grandes que cualquier otro oriental que haya visto antes. Su madre es japonesa, pero ella se ha criado en China. Nacho intercambia algunos saludos con ella en japonés y enseguida se sorprende. Nos pide que demos publicidad a su local. Me pregunto que tiene de atractivo el sitio y concluyo que ella es sin duda lo más interesante.
Salimos a la calle. Algunas están adornadas con mucho ingenio. En una de ellas, hay unos muñecos hechos de cartón piedra. Parece una orquesta, inmutable, que interpreta una composición de congelador. El pianista lleva días colgado de la misma nota. Una decisión difícil. Imagino las patas del piano convertidas en patas de elefante, enraizadas en el asfalto, sujetas por la firmeza de su memoria.
Entramos en una tabernita muy concurrida. Pedimos un litro de sangría para los tres. Este puede ser el principio de una cogorza. Hablamos de todas las chicas que hay a nuestro alrededor. Hablamos de tipos de culos, de cuernos, de mujeres que fuman, de mujeres exóticas, de una discoteca para mujeres maduras de cuyo nombre no quiero acordarme. Que nadie se ofenda, observo que follamos con la regularidad de un jesuita, aunque creo que esas cosas se dicen a media voz o más bien no se dicen. El orgasmo femenino siempre será un enigma para los hombres, me había dicho ese día la secretaria de Correos bien temprano.
Un grupo cubano empieza a tocar en la calle. Pinta bien. Ritmo de soneros y un negrito con mucho sabor animando el cotarro. A mover la cintura. Ana se incorpora a nuestro pequeño grupo. Tiene cuarenta y pocos años. Durante mucho tiempo tuvo aseguradas las manos. Fue modelo de manos para importantes agencias de publicidad. Tiene unas manos sorprendentes para su edad. Manos de pianista, delicadas, esbeltas, de piel tersa y uniforme, sencillamente mágicas. Tiene mucho encanto esta mujer. Acaba de llegar de Tailandia. Ana es chilena. En 1974 tuvo que salir de Chile en plena dictadura pinochetista.
Después de probar el ritmo frenético de la publicidad y conocer el apetito omnívoro de sus principales agentes, decidió sumergirse en la filosofía oriental budista.
Es curioso, esta gente te explica cosas como que hay una luz creciente, en continua expansión, en la actuación y dedicación exclusiva al otro, a la otra, al objeto de nuestro amor. Y no conciben la pasión sin esa fuerza bruta. Y el optimismo sereno que desprende su mirada la delata. Una magia espiritual compatible con la vigilia y también con la cara sucia del capitalismo. Estoy aprendiendo a desarrollar la sabia conexión mente/cuerpo. Es gratificante, como las operaciones comerciales que hago con la India o China. No voy a grandes centros comerciales pero esas operaciones me permiten pagar dos mil doscientos euros de alquiler por un local comercial de 80 metros cuadrados en una zona céntrica de Barcelona.
Los animales viven en el pasado o en el futuro. No conocen el presente, por lo tanto son lo más parecido a una criatura mitológica de la que aún no tenemos noticia cierta. La filosofía oriental es mito complaciente para los blanquitos que quieren crecer marcando diferencias. Competir, diferencias que sucumben a un lado oscuro, sentimental, peligroso, latente, nacional e independiente, políticamente voraz con el ser humano. Esto era una crónica sin más y termina denunciando lo que no se ve, lo que no se ha dicho, los fragmentos que vendrán.