26/8/09

Un cuento de Raymond Carver

Mecánica Popular

Aquel día, temprano, el tiempo cambió y la nieve se deshizo y se volvió agua

sucia. Delgados regueros de nieve derretida caían de la pequeña ventana -una
ventana abierta a la altura del hombro- que daba al traspatio. Por la calle
pasaban coches salpicando. Estaba oscureciendo. Pero también oscurecía dentro de
la casa.

Él estaba en el dormitorio metiendo ropas en una maleta cuando ella apareció en
la puerta.

—¡Estoy contenta de que te vayas! ¡Estoy contenta de que te vayas! —gritó—. ¿Me
oyes?

Él siguió metiendo sus cosas en la maleta.

—¡Hijo de perra! ¡Estoy contentísima de que te vayas!—.Empezó a llorar—. Ni
siquiera te atreves a mirarme a la cara, ¿no es cierto?

Entonces ella vio la fotografía del niño encima de la cama, y la cogió.

Él la miró; ella se secó los ojos y se quedó mirándole fijamente, y después dio
la vuelta y volvió a la sala.

—Trae eso aquí —le ordenó él.

—Coge tus cosas y lárgate—contestó ella.

Él no respondió. Cerró la maleta, se puso el abrigo, miró a su alrededor antes
de apagar la luz. Luego pasó a la sala.

Ella estaba en el umbral de la cocina con el niño en los brazos.

—Quiero al niño —dijo él.

—¿Estás loco?

—No, pero quiero al niño. Mandaré a alguien a recoger sus cosas.

—A este niño no lo tocas —le advirtió ella.

El niño se había puesto a llorar, y ella le retiró la manta que le abrigaba la
cabeza.

—Oh! Oh! —exclamó ella mirando al niño.

Él avanzó hacia ella.

—¡Por el amor de Dios! —se lamentó ella. Retrocedió unos pasos hacia el interior
de la cocina.

—Quiero el niño.

—¡Fuera de aquí!

Ella se volvió y trató de refugiarse con el niño en un rincón, detrás de la
cocina.

Pero él les alcanzó. Alargó las manos por encima de la cocina y agarró al niño
con fuerza.

—Suéltalo —dijo.

—¡Apártate! ¡Apártate! —gritó ella.

El bebé, congestionado, gritaba. En la pelea tiraron una maceta que colgaba
detrás de la cocina.

Él la aprisionó contra la pared, tratando de que soltara al niño. Siguió
agarrando con fuerza al niño y empujó con todo su peso.
De esta manera, la cuestión quedó zanjada.

Raymond Carver, De qué hablamos cuando hablamos de amor, Anagrama, Barcelona, 1987.

2 comentarios:

Eme dijo...

Le dejé este libro a un amigo.
Hace tanto de eso que no creo que vaya a recuperarlo.
Así que gracias por refrescarme la memoria.
Disfruté mucho, mucho con estas historias.

Maria Coca dijo...

Qué bueno! No lo había leído antes. Y ahora tengo ganas de más...

Besos, amigo.