27/7/07

El afilador impaciente

Los viernes por la mañana, en Rafael Campalans, se escucha el silbato del afilador. Lleva una bicicleta muy antigua, a penas 90 años de historia.

Amigo de carniceros, pescaderos y algún que otro chef, este hombre huraño y vehemente, conserva una tradición muy particular que no tardará en desaparecer.
Lo saco de espaldas porque no quiere que le tomen fotografías.
"A la bicicleta, hágale todas las que quiera, pero a mi no, yo no soy tan viejo".
Como casi todos los que nos dedicamos a robar instantáneas, unas veces con riesgo y compromiso, otras convencidos de la importancia del artificio, mi memoria sobre la fugacidad no puede contentarse con una negación del conocimiento.
Tal vez, solo tal vez, el cuchillo ahora bien afilado, corta y cuenta la necesidad inmediata de esas historias de personajes suburbanos, decididamente marginales, protagonistas de un nuevo humanismo literario, visual y decadente.

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