13/9/07

El médico que mató a Peter Pan

La memoria fugaz












Los niños pillan un berrinche el primer día de escuela. Yo no lo recuerdo, lo sé porque me lo han contado. No tenemos consciencia de esa inmensidad. Es algo parecido a una llanura que intenta decirnos algo. Todos fuimos anarquistas alguna vez. A muchos niños les gusta cruzar el oceáno con su bicicleta y atrapar lagartijas en el verano.
Nos poníamos en círculo alrededor del rabo de lagartija que no paraba de girar. Y si tenías suerte y el rabito se paraba junto a ti, disponías las reglas del próximo juego. A mí me gustaba ofrecer el rabito a las niñas que jugaban con nosotros. Muy pocas participaban en el ritual. Ninguno de nosotros sabía porqué el rabito mutaba en realidad.
También nos gustaba pisotear el fango del arroyo con las botas de agua. Hacíamos figuras imposibles con los helechos salvajes que crecían a los lados. Pensábamos que el verde era el color de la infancia.
En el camino que bajaba al arroyo vegetaban algunos almendros. Siempre recordaré la sombra que colgaba del árbol. Fue la primera vez que vi un animal muerto. Era un galgo. Lo habían sacrificado porque no era lo suficientemente rápido. Durante años aguanté los malditos chistes de algunos cazadores del lugar.
Hace unos meses se me apareció la sombra del galgo en un paraje completamente distinto. La memoria quiso asustarme de alguna forma intraducible. Esta vez el galgo estaba de pie, desafiando a su propia sombra. Yo miraba el espectro a ras de suelo. La imagen me pertenecía desde hacía muchos años. Un sistema de relaciones simplemente. Pensé.
Un niño se entretenía juntando todos los zapatos que encontraba en el vertedero improvisado del camino. Colgaba los zapatos en los almendros. Lo hizo incluso con la presencia del perro humillado. Era un niño muy raro. Inventó la carrera del espárrago. Robábamos el carrito de la compra a nuestras madres y nos deslizábamos por los surcos cuesta abajo. El carrito quedaba para el arrastre. Nuestras rodillas eran un poema de sangre.
Ese niño me dijo que le había levantado las faldas a la virgen. No te creo. Le dije desafiándolo. Entramos a la iglesia por la casa del cura comunista. Éramos unos enanos muy ariscos. Ya lo creo. Pero nos colamos en los bajos de la muñeca. Descubrimos el artificio. Esa noche no pude quitarme de la cabeza la sombra del galgo.
A la mañana siguiente, la profesora preguntó que queríamos ser de mayor. Yo dije que sería ginecólogo. Mi padres se reían mucho cuando alguno de sus amigos me lo preguntaba. Estaban tan convencidos como yo de que era una puerta al conocimiento.

3 comentarios:

cybernekanekane dijo...

¿Lograste ser ginecólogo?

cybernekanekane dijo...

Qué gracia me ha hecho ver tu comentario. Es curioso, pero he llegado hasta tí buscando en los perfiles gente a quien le gustasen más o menos las mismas películas que a mí (me gusta ver su perfil, curiosear su blog...), y hoy me ha dado por buscar gente que tuviese en su perfil Elling y tú eras uno de los pocos españoles que aparecía en la lista...Así que, sí, podría considerarse un naufragio. Yo también te seguiré leyendo, porque me ha gustado cómo escribes, aunque he de decirte que se te va un poco la olla, pero bueno...Si no estamos un poco tocadillos del ala, ¿qué nos queda? Como habrás visto en mi blog, soy totalmente adicta al ganchillo y al punto. Ah, y gracias por lo de que parezco una tejedora estupenda. Me vas a sacar los colores... Respecto a la vida sexual, la mía también es un poco mediocre. Acabo de dejar una relación de 5 años (de mediocre actividad sexual) así que... Bueno, pues yo también volveré a visitarte y te dejaré algún comentario, que queda muy feo tener 0...Un beso.

Anónimo dijo...

me hicistes reir y recordar mi infancia, concurrida entre grifos viejos y gatos masacrados contra bordillos afilados, la sierra sur un nombre que me cuesta recordar y no por mi mala memoria.